Críticas al antifeminismo en los espacios libertarios y algunas propuestas para su prevención
Que los espacios libertarios no son espacios seguros para nosotres es algo que llevamos asumiendo desde hace mucho tiempo. Quienes suscribimos este texto hemos sobrevivido a innumerables agresiones dentro de ellos, por cuestiones de género, orientación sexual o por apoyar a compañeres que habían sido agredides. Muches nos hemos tenido que alejar de ciertos entornos para preservar nuestra salud mental (incluso nuestra integridad física), mientras que los agresores y sus cómplices han continuado manteniendo sus parcelas de poder intactas. Estas dinámicas llevan sucediendo desde los inicios del movimiento anarquista, los mismos debates, las mismas necesidades y los mismos resultados.
Es desde aquí desde donde nos situamos para iniciar este análisis, a raíz de la reciente aparición del texto No nos encontraréis ahí firmado por Projecte X en febrero de 2019, un colectivo de Barcelona que se autodefine transfeminista y compuesto por disidentes sexuales y de género.
Aprovechamos el debate que ha suscitado para lanzar algunas reflexiones sobre la relación del (trans)feminismo con el movimiento libertario hegemónico, y las consecuencias políticas que ésta puede generar.
1-No nos encontraréis… ¿dónde? Situación del anarquismo actual
A grandes rasgos y para quien no lo haya leído, el texto de No nos encontraréis ahí se presenta como una inocente reflexión acerca de la gestión de agresiones sexuales y/o de género, criticando las herramientas que se han ido utilizando en los últimos años por parte de los colectivos transfeministas de Barcelona, y acusándolos en cierta manera de “exagerados” y “desproporcionados”. Esta es la conclusión final que se desprende, y no sería tan grave si no fuera por el hecho de que termina ahí, sin plantear ninguna alternativa de gestión a las ya mencionadas.
Si bien es cierto que hemos aprovechado algunas de las ideas que se exponen en el texto de Projecte X para plantear estas reflexiones, es importante señalar que dicho texto no es en absoluto novedoso ni transgresor, como algunas personas afirman para justificar su difusión. Cada cierto tiempo aparecen misteriosamente fanzines o libros que se cuelan en las distris o en los encuentros del libro de forma sorprendentemente fácil, que reproducen el discurso dominante de misoginia más rancia con un lenguaje anarquista/político[1]. Lo único que tiene de novedoso es que está firmado por personas feministas, que han instrumentalizado una situación de duelo muy personal[2], y que se apela por primera vez a la estrategia política como excusa para frenar las expulsiones de agresores (e incluso las terapias reparativas) y para justificar ideas misóginas del estilo de que les agredides tienen “reacciones irracionales” frente a una “supuesta situación de violencia” o a agresiones que se catalogan alegremente de “leves”, sin ofrecer ningún dato más. Por una parte, eso nos recuerda a la consideración habitual de que las mujeres –y por tanto las demás identidades feminizadas– son irracionales, demasiado emotivas, y por tanto gozan de menos credibilidad. Y por otra, nos lleva a pensar que quienes han escrito el texto se ven influenciadas por las relaciones de todo tipo que puedan tener con hombres cis heterosexuales agresores señalados o en potencia. El problema de fondo que vemos es que a día de hoy prácticamente nadie quiere aceptar que un amigo suyo o él mismo puede ser un agresor, y que las ideas antifeministas cada vez están más normalizadas en nuestros entornos.
Afirmaciones como las del texto del Projecte X, lejos de plantear un debate inocente, están tumbando los pocos logros y avances que las feministas han logrado dentro de los espacios mixtos en el transcurso de décadas de debates agotadores y jornadas de pedagogía infinitas. Un ejemplo es invalidar las vivencias de la víctima diciendo que la gravedad de una agresión sólo puede hacerse de forma objetiva por parte de un colectivo externo, al mismo tiempo que critica la revictimización de las supervivientes. En resumen, plantea una estrategia paternalista y propia de las instituciones estatales, negándole la posibilidad de la defensa propia a la agredida, a la vez que la acusa de actuar de forma punitivista. Contradicciones de este tipo se encuentran a lo largo de todo el texto, pero el resultado final es éste: desarmar las estrategias feministas y culpabilizar a las víctimas, sin plantear en ningún caso una propuesta alternativa. Llegadas a este punto, apelar a la pedagogía de las oprimidas como hace el texto nos parece una burla y una ofensa. Y sí, evidentemente hay opiniones que restan y este caso es un ejemplo.
Resulta sorprendente cómo en un momento en el que el movimiento feminista está alcanzando una relevancia social histórica, el movimiento libertario no haya sido capaz de apreciar la potencia de esta lucha, ni de recoger las demandas que durante tantos años han planteado las compañeras. Situación doblemente triste si pensamos que en cierta manera el anarcofeminismo fue pionero en cuanto a discursos feministas radicales (Emma Goldman, Mujeres Libres, etc), muchos de ellos hoy en día absorbidos por organizaciones institucionales de izquierdas que sí que han sabido leer (y recuperar para el neoliberalismo, dicho sea de paso) la potencia política que éstos tienen en el momento actual. Si lo analizamos estratégicamente, vemos cómo el anarquismo ha dejado escapar muchísimas luchas afines, desde donde se podría haber generado una serie de alianzas potentísimas. En lugar de esto, ha decidido quedarse anclado en discursos obsoletos, que poco o nada representan las nuevas realidades políticas, quedándose cada vez más aislado y acomodado en posturas en ciertos aspectos conservadoras y reaccionarias.
Por otra parte, no parece casualidad que esta reorganización de las posturas antifeministas (un ejemplo son las últimas publicaciones sobre feminismo de la plataforma Indymedia Barcelona), de la misoginia y de la supremacía masculina dentro de los entornos anarquistas haya ocurrido paralelamente a un recrudecimiento a nivel social del machismo como reacción a la expansión del feminismo. El patriarcado sigue reinando en nuestra sociedad, y la mayoría de hombres que la componen también se han visto alarmados por el avance de las ideas de liberación sexual y de género. Llevamos meses viendo en los medios de comunicación auténticas sobradas misóginas y homófobas que vamos normalizando, en paralelo al crecimiento de una ultraderecha que sabe que atacando el feminismo y la visibilidad LGTBI se gana a una parte del electorado. Las declaraciones de HazteOír o VOX en esta línea tienen un impacto directo en la violencia que sufrimos las mujeres y personas transmaricabollo, generando un contexto en el que cualquier agresión que suframos pasa a ser más tolerable.
El anarquismo hegemónico, reproductor de muchísimos de los valores sociales en materias de sexualidad y diferenciación de género, no iba a quedar al margen de las declaraciones de esos señores que están enfadados porque han podido perder una pequeña parcela de todos los privilegios que este sistema les supone. La difusión de textos antifeministas, la reiterada negación de la existencia de violencias en nuestros espacios, el apoyo directo o indirecto a personas que han ejercido violencia, el no posicionamiento… son pequeñas estrategias de resistencia que este anarquismo utiliza para frenar el avance del feminismo dentro de él.
Afortunadamente, existe otro anarquismo no hegemónico, que agolpa quizás todas esas luchas denostadas como “parciales” o secundarias por el hegemónico, y que a menudo lo encontramos encarnado en personas individuales o en algún que otro colectivo específico. Habitualmente sus integrantes tienen que enfrentarse al desprecio de la mayoría de los entornos anarquistas, que consideran que su lucha es una pérdida de tiempo, no es importante o resta fuerzas. Un ejemplo de este tipo de discurso es el libro La trampa de la diversidad, publicado en fechas recientes y distribuido por varias librerías anarquistas y alternativas, que reincide en una idea tan antigua como la primera irrupción del feminismo en el movimiento obrero: implicarse en luchas que no son la verdadera, la de clase, la que interpela al prototipo de varón blanco cis heterosexual privilegiado protagonista de las luchas sociales del último siglo y medio, resta fuerzas colectivas y divide ‘el movimiento’ en beneficio del Estado y el Capital. No vemos sólo esto con el (trans)femismo, sino también con la liberación de la tierra, el antiespecismo, la salud mental, el antirracismo, la diversidad funcional y un largo etcétera.
Hay mucha gente muy valiosa y con interesantes planteamientos de género encuadrada en espacios anarquistas, gracias a los cuales hemos podido conocernos y hacer política juntas. Sin embargo, actualmente nos preguntamos hasta qué punto es útil desarrollar nuestras luchas dentro del marco anarquista. Aunque nos aporta una red consistente en muchos aspectos de cara a hacer activismo, y cierto apoyo frente a situaciones represivas, en otros aspectos nos supone sufrir agresiones de todo tipo, enfrentarnos a la minusvaloración cotidiana de nuestras ideas, de nuestra orientación sexual y/o de nuestro género asignado o transitado, y actualmente tener que convivir con agresores públicamente reconocidos y con algunas mujeres y otros sujetos no normativos que les defienden. Estas situaciones generan un alto sufrimiento emocional y por ello no es raro que periódicamente ciertas personas y colectivos se vayan retirando de los espacios y buscando su lugar dentro de la no mixticidad o de grupos de afinidad, sin ninguna reacción por parte del entorno. Y parece que estas dinámicas cada vez van a más. En estas condiciones, a muchas se nos quitan las ganas de seguir formando parte de estos espacios, o directamente hemos abandonado ya buena parte de ellos por necesidad.
Sin embargo, en esta época a poca gente que no sea abiertamente de derechas le apetece situarse contra algo tan imbricado y presente como está ocurriendo con el feminismo. Estas posturas que dicen partir del feminismo están mandando un mensaje bastante engañoso: se puede ejercer misoginia, agresiones patriarcales de todo tipo, despreciar a las personas agredidas y relegar a cualquiera que reproche a un tipo sus agresiones cometidas o el no hacerse cargo de sus privilegios, y a la vez decirse feminista. Esto incluye por supuesto a muchísimas bandas de música formadas principalmente por tipos pero también mixtas, que se están apropiando de una serie de discursos facilones para ocupar su parcelita dentro de los escenarios o festivales feministas, mientras siguen sin posicionarse cuando surgen conflictos o se señala a compañeros suyos, sin apoyar a las compañeras, y sin revisarse sus privilegios ni en el ámbito privado ni en el político.
2-Anarcofeminismo y corporativismo
Como acabamos de comentar, el anarquismo ibérico se ha venido históricamente colocando la medalla de su fuerte compromiso con las ideas feministas, cuando en realidad cada generación empieza casi desde cero en este tema. Esto es el resultado de que les (trans)feministas vayamos abandonando cíclicamente los espacios agotades de estar educando constantemente a nuestros supuestos compañeros que, amparados en la comodidad de su rol, prefieren mirar hacia otro lado cuando se dan situaciones de conflicto o se proponen ciertos debates.
El resultado es que, mientras que en los ámbitos transfeministas existe una evolución y cuestionamiento constante (o al menos una intención), en los anarquistas no hay mucho verdaderamente trabajado más allá de consignas vacías sobre que el patriarcado y la homofobia son muy malos. ¿Dónde se sitúan entonces los colectivos anarcofeministas?
Algunas posturas que han venido etiquetándose como “anarcofeminismo” también parten de un corporativismo con sus compañeros masculinos, y esto les aporta beneficios dentro de la situación de inferioridad social que poseen. Para poder mantenernos en los espacios de forma más o menos segura, tenemos que desarrollar un feminismo amable que no incomode demasiado a nuestros compañeros de lucha. Su discurso de que el patriarcado se ejerce en todas partes menos en los entornos anarquistas invisibiliza y excluye a quienes sí que lo han sufrido y/o lo sufren y les proporciona un acceso a ciertos recursos materiales y sociales (por ejemplo, que esos mismos agresores a los que apoyan les ofrezcan casa en caso de un desalojo, o les ayuden con un asunto represivo) que queda excluido para quienes denuncian públicamente la violencia patriarcal de los espacios anarquistas. De la misma manera, se resta valor y gravedad a algunas agresiones, amparándose en el estatus activista del agresor y su aportación a la comunidad anarquista. O, como dice el texto de Projecte X, existe una preocupación de que por culpa de expulsar a agresores de los espacios nos quedemos sin militantes en nuestros colectivos, que lleva incluso a proponer verter más atención en apoyar al agresor que a la persona agredida. Nos parece insultante que se ignore a todas las personas o colectivos violentados que se han tenido que ir de los espacios por culpa de estos agresores (y del silencio del entorno), de la misma manera que cabría preguntarse también qué tipo de espacios políticos queremos construir cuando se prioriza abiertamente la necesidad de mantener y proteger a ciertos elementos en detrimento del bienestar y la seguridad de otres más vulnerables[3].
La oposición a tratar las agresiones, legitimada últimamente por textos abiertamente antifeministas que han ido surgiendo en los últimos meses, es la última afirmación del dominio masculino que pretende prevalecer en los espacios anarquistas. Sin embargo, la realidad está ahí, hay incontables personas que han manifestado haber sufrido agresiones machistas, homofobia, lesbofobia y transfobia en espacios anarquistas, y otras tantas más que han recibido exclusión, retiradas de saludo e incluso han recibido agresiones físicas durísimas por sus posicionamientos a favor de personas que habían sufrido estas agresiones.
Conocemos casos muy graves en ciudades como Barcelona, Castellón, Madrid, Salamanca, Bilbao, Valencia, Alicante, Murcia, Sevilla, La Coruña, Zaragoza, Cádiz, Girona, Santa Cruz de Tenerife, Gijón, Palma de Mallorca… casos en los que incluso colectivos enteros han agredido físicamente a militantes feministas por el simple hecho de serlo, o por intentar apoyar a personas agredidas. En casi ningún caso ni el agresor ni sus amistades han intentado gestionar o reparar el daño ocasionado, manteniendo infinidad de heridas abiertas todavía por sanar. Los agresores, en la mayoría de los casos, han seguido teniendo el apoyo y la complicidad de buena parte del entorno libertario.
Y esto sólo se trata de la punta del iceberg, pues hay una cantidad gigantesca de agresiones y situaciones desagradables que nunca han sido denunciadas públicamente ni reparadas, ni parece que vayan a serlo dado el panorama de persecución contra quienes las denuncian que se está generando en el medio anarquista. Nos resulta alarmante que en el texto de Projecte X se hable de un estado de alarma o terror sexual, como si los hombres vivieran con miedo en nuestros espacios, cuando la realidad es más bien la contraria. De hecho, es el motivo por el cual la mayoría de textos feministas o sobre agresiones se publican de manera anónima o incluso ni se publiquen.
No es casualidad que este texto haya sido difundido y apoyado hasta la saciedad por multitud de anarquistas que ostentan todos los privilegios de género y orientación sexual, que no padecen las agresiones machistas salvo cuando alguien decide enfrentarse colectivamente a ellas. Lo han movido reconocidos agresores cuyos actos se conocen públicamente. No podemos parar de preguntarnos dónde han estado estos tipos cuando se han convocado jornadas o espacios de debate para reflexionar de forma colectiva sobre la gestión y prevención de violencias en nuestros espacios, salvo escasas excepciones. Personas agredidas han recibido el texto del Projecte X, teniendo que revivir las agresiones que han sufrido. Esto se les ha comunicado a sus autoras, pero hasta la actualidad no se han molestado en responder.
En resumen, vemos un retroceso notable frente a los pocos avances que se habían dado en los últimos años. Resulta alarmante volver a cuestionar algunas cosas tan básicas como la definición de agresión con la cantidad de material sobre el tema que muchas compañeras llevan décadas trabajando.
3-PROPUESTAS
Después de tantísimos textos criticando la gestión actual de las agresiones, parece mentira que echemos en falta alternativas o propuestas reales frente a cómo manejar estas violencias. Entendemos que esta crítica, si no viene acompañada de una propuesta, quiere decir que se pretende, consciente o inconscientemente, que todo siga igual. Proponer alternativas ayuda a abrir paso en este camino, por lo que lo consideramos de primera necesidad si queremos arrinconar el patriarcado en nuestros espacios lo máximo posible.
Las alternativas pueden ir relacionadas con la prevención, la gestión/reparación y la evaluación. Una muy básica que se nos ocurre es dejar un espacio en las asambleas para dedicarlo a saber cómo están nuestres compañeres en su cotidianidad (necesidades, miedos, posibles ansiedades…). No tiene por qué ser en todas las asambleas, sino en una de cada tantas, pero es un trabajo que se deja habitualmente de lado –sobre todo en espacios mixtos–.
Más allá de la etiqueta de ‘feminista’, los espacios libertarios deberían ser sitios que inviten realmente a la gente. En especial a esa gente que, por salirse de una norma, habitualmente no está a gusto. Del mismo modo que, aunque los espacios se autodenominen antirracistas ello no conlleva que la gente racializada se sienta invitada, con igual frecuencia muchas personas tenemos que lidiar con dinámicas machirulas y patriarcales que están extendidas por todos nuestros espacios. Se etiquete o no un colectivo como ‘feminista’, y sea eso real o no –lo cual no siempre podemos saber–, el feminismo trata de prácticas cotidianas que entendemos que deberían ser transversales en cada colectivo.
En cualquier caso, vemos vital integrar el transfeminismo de manera transversal en todos los colectivos y ver de qué manera se relaciona con la lucha específica que se esté llevando a cabo (mediante cuestionamiento de roles dentro del colectivo, prácticas, relación teórica entre las diferentes opresiones…). Esto podría abarcar debates sobre gestión de agresiones en los colectivos y propuestas específicas de cada uno. O, en algunos casos, asistencia y apoyo de los colectivos mixtos a los colectivos que ya estén trabajando el tema, pedir material en el caso de que estén dispuestas a darlo, generar estrategias por parte de los colectivos (se centren o no en temas feministas) sobre gestión de agresiones…
Frente a las lamentables situaciones en las que personas agredidas o cercanas han tenido que dejar la militancia, proponemos crear redes alternativas y que refuercen sus vínculos con otras personas, en el caso en el que sus espacios de referencia estén reaccionando negativamente ante un caso de agresiones. Entendemos que dejar el activismo no es una opción sana para muchas personas, y menos a raíz de una situación de este tipo. Esperamos poder ser capaces de cambiar de colectivos o asambleas en caso de ser preciso, o de permanecer en estos mismos entornos teniendo presente que pueden darse agresiones de cualquier tipo. Para llevar esto a cabo, es preferible tejer redes con activistas transfeministas individual o colectivamente, procurando no tener una militancia y un entorno político compuesto al 95 % por tipos cis heterosexuales. Esto evitaría que muchas chavalas agredidas se queden sin entorno ni posibilidad de visibilizar nada cuando todo su contexto social las margina por haber decidido afrontar de alguna forma las agresiones recibidas.
Se tiende a deslegitimar la opción del veto, concibiéndola como un castigo, equiparándola a dinámicas institucionales y represivas[4]. Entendemos este rechazo al veto por ser una de las dinámicas que más daño ha hecho a agresores y cómplices, más que por un hipotético parecido con tribunales o medidas policiales. Esto no significa que en los últimos años no hayamos estado cuestionando y debatiendo sobre las herramientas que hemos desarrollado para responder a las agresiones. El veto en algunos casos es un medio, no un fin, y ha surgido la necesidad de tener unas respuestas más complejas y articuladas para responder a cada violencia con la intensidad adecuada. Sin embargo, vivimos en un mundo donde los hombres privilegiados no tienen necesidad de vetar a nadie, ya que las personas a las que agreden se terminan teniendo que ir de los espacios cuando nadie les apoya y sólo reciben malas miradas. Esto, en cambio, no recibe críticas por parte de quienes, con el objetivo de deslegitimar prácticas feministas, se autoproclaman “anti-vetos”. El veto lo efectúa gente que no está en esta situación de privilegio, y que necesita de él para poder permanecer en los lugares, además de para poder reparar el daño causado. Debatir sobre estas herramientas es importante, y somos conscientes del interés que ha desatado este texto, exactamente porque propone este debate, pero en nuestra opinión estas conversaciones tendrían que proponerse en “espacios seguros”, no mixtos, y con el fin de crecer como feministas y anti-autoritarias. La difusión de este comunicado en la red, sin haber buscado un debate interno en lo espacios feministas, simplemente ha dado una herramienta “políticamente correcta” a todas aquellas personas que no tienen ninguna intención de trabajarse sus privilegios, arrebatando a las feministas una de las pocas herramientas que teníamos para protegernos de tales actitudes.
Para nosotres el veto tiene que ver con la REPARACIÓN. Consideramos reparación como aquello que ayuda a las personas agredidas a superar las violencias vividas y recuperar la confianza en lo colectivo. El veto no es siempre único en todos los casos, ni se debería aplicar de la misma manera. Habría que fijar mediante una mediación el tiempo de veto, los espacios en los que se aplica y la información a las asambleas de esos espacios para que ayuden a que se respete. A su vez, sería positivo que el grupo encargado de acompañar al agresor fuera transparente respecto a los procesos que se estén dando. Esto no es para aumentar el escarnio contra esta persona ni para generar situaciones de rivalidad. Sino que, dado que es esta persona quien ha generado la incomodidad, ella y sus acompañantes deben hacerse cargo de que esta situación no se va a volver a dar informando a la comunidad sobre si está siendo efectiva esta voluntad de reparación. Porque, a pesar de que el texto del Projecte X denosta cualquier proceso de acompañamiento a los agresores, creemos que no existe la posibilidad de que volvamos a querer compartir espacio con estas personas si no es bajo ciertas premisas adecuadas a las necesidades de las personas agredidas y sus acompañantes. Para conseguir herramientas y desarrollar casos prácticos, recomendamos con énfasis el fanzine Responsabilizándonos: Rompiendo el Bloqueo a tratar las Agresiones Sexuales y el Maltrato en los Entornos Anarquistas
Ante las personas que se nieguen a ser acompañadas, que reaccionan desmesuradamente mal cuando se les señalan sus comportamientos, y/o que hayan llevado a cabo unas agresiones que implican unas violencias lo suficientemente no tolerables como para poder ser reparadas a corto-medio plazo, no vemos otra solución que el veto permanente. Esto se debe a que no vemos que podamos confiar en esta persona a la hora de compartir espacios, militancias y acciones con ella, puesto que nada garantiza que no vuelva a agredir. Frente a estas situaciones, consideramos que debería haber un POSICIONAMIENTO ABIERTO de los espacios/colectivos/encuentros frente a agresiones no resueltas, expulsando al agresor del mismo. En muchos casos callar también es posicionarse. Esto nos devuelve al punto anterior: así se consigue, entre otras cosas, que nuestros espacios inviten a mujeres y personas transmaribibollo a habitarlos.
Para finalizar, proponemos iniciar algún tipo de espacio de debate entre (trans)feministas anarquistas para poder compartir información, recursos, ponernos al corriente de un proceso concreto de agresiones machistas que sea preciso conocer, saber qué lugares son ‘afines’ y cuáles no, conseguir gente dispuesta a mediar o a realizar acompañamientos, poner en contacto a personas de una misma ciudad que estén aisladas y necesiten ayuda para gestionar uno de estos temas, etc. Nuestro blog puede utilizarse para estos fines en el futuro próximo si vemos que esta propuesta tiene acogida. Por el momento, alentamos a abordar cada agresión patriarcal que ocurra en nuestros entornos desde una postura conscientemente feminista y siempre con perspectiva en base a los privilegios y vulnerabilidades que ocupa cada una de las partes. Entendemos la dificultad que esta labor entraña, por lo que en nuestro blog dejamos una recopilación de textos sobre agresiones y violencias machistas que han ido redactándose en los últimos años que consideramos útiles.
Por último, queremos acabar con unas palabras de cercanía para con las personas que han recibido violencia patriarcal de cualquier tipo dentro de los espacios anarquistas. Queremos que con este texto sepáis que toda esta ola de machismo y misoginia que venimos padeciendo encuentra algún mínimo de respuesta y no son generalizadas entre quienes pertenecen o han pertenecido a los espacios anarquistas. Estéis donde estéis estamos con vosotres, os creemos y no tenemos ninguna intención de cuestionar vuestras vivencias. Os apoyamos frente a toda la violencia y todos los cuestionamientos que estáis sufriendo en este momento. Y esperamos seguir juntes encontrándonos ahí, compartiendo redes, espacios y complicidades por mucho tiempo.
Abril de 2019.
https://nosencontraremos.noblogs.org
nosencontraremos[arroba]riseup.net
[1] Entre otros ejemplos, las innumerables reimpresiones del fanzine Cansadas de tanto neofeminismo y políticamente incorrectas, la reedición en folleto del texto De los sexos y sus diferencias, o el libro Feminicidio o auto-construcción de la mujer. Recientemente, al hilo de las polémicas que están surgiendo ahora en Barcelona, nos encontrado en esta misma línea con A terra els nostres murs y Compilado de textos contra el feminismo y por la anarquia.
[2] Hemos tenido un fuerte debate sobre si incluir o no esta nota al pie, ya que tememos las consecuencias que puede acarrearnos. En agosto de 2018 asistimos a la triste noticia del suicidio de un compañero en Barcelona. Desde entonces hasta ahora se han publicado diversos textos en esta ciudad que relacionan directamente su suicidio con la práctica del “veto” utilizada por les feministas, ya que esta persona había cometido varias agresiones machistas. Ponemos como ejemplo el texto de Projecte X, o el texto anterior publicado en el blog del Ateneu Llibertari de Gràcia.
Así que desde hace un tiempo nos encontramos con personas que ya tenían unas ideas contrarias al feminismo, o que tenían compañeros acusados como agresores sexuales, o que eran ellos mismos los acusados de machistas, que han instrumentalizado premeditadamente su suicidio y las posiciones del sector anterior para sus propios fines políticos, en ocasiones sin apenas conocer al fallecido.
Nos gustaría que se dejara de utilizar el nombre de este compañero como un mantra con el que justificar posiciones misóginas y antifeministas, ya que, ni él puede dar su opinión al respecto, ni creemos que se pueda utilizar el suicidio de una persona para justificar comportamientos y declaraciones machistas.
[3] No queremos entrar a valorar las inquietudes personales y políticas de cada una a la hora de haber decidido hacer públicas estas reflexiones, ni nos gustaría entrar en un enfrentamiento entre mujeres y otras identidades feminizadas, tal y como el patriarcado nos enseña que debemos hacer. Pero sí nos gustaría rescatar el concepto de Tiotomismo, que emplean las comunidades afrodescendientes de EEUU desde hace décadas para describir a las personas negras que optan a determinadas cotas de beneficios dentro del sistema a cambio de llevar a cabo políticas y acciones que perjudican al resto de personas con las que comparten opresión. Extrapolado a este contexto, estamos ante un caso de tiotomismo, ya que a cambio del perjuicio estructural que las autoras del texto del Projecte X han infligido contra todas las mujeres y personas transmaribollo que moramos por los espacios anarquistas, en especial contra quienes hemos visibilizado actitudes y agresiones machistas, probablemente han obtenido ciertos beneficios traducidos en aplausos por parte de los hombres cis heterosexuales que han proseguido acogiéndolas a su lado una vez publicado el texto.
[4] El texto del Projecte X coloca a personas que han recibido agresiones al nivel de policías, jueces y fiscales (elementos profundamente despreciados dentro de nuestros entornos), dándole la vuelta a la situación para mostrar a los opresores como oprimidos y a las supervivientes como verdugos. Algo que se ha empleado con asiduidad a lo largo de la historia contra las personas homosexuales y las mujeres que se han salido de la norma con el objetivo habitual de enmascarar sus opresiones vividas y exculpar a quienes las perpetúan. Y es, además, el fácil recurso con el que nos topamos habitualmente cuando hay un conflicto entre anarquistas: cualquiera puede recibir la acusación de perpetuar el sistema jurídico estatal simplemente tomando una postura. En este caso, se equipara a personas que han denunciado agresiones ante el descrédito y el miedo al ostracismo de buena parte de su entorno con instituciones que desde tiempos inmemoriales nos acosan, encarcelan, atacan y asesinan por cometer adulterios, abortos, tener relaciones sexoafectivas con personas de nuestro mismo sexo, transitar de género o defendernos de una agresión sexual y/o física motivada por alguna de estas razones o por ser simplemente un cuerpo feminizado. Para ello se instrumentalizan los discursos antipunitivistas, más enfocados en dar alternativas feministas al encierro penitenciario que a favorecer la impunidad de los agresores, con el fin de desacreditar e invalidar las posturas y vivencias de las personas agredidas. Esto nos recuerda a la clásica paradoja del término feminazi, con el que personas de derechas han tratado de situar a mujeres oprimidas en el lado opresor (fascista, ni más ni menos) simplemente por realizar una serie de demandas básicas.